María le confió a su enfermera, en la etapa final de su
vida, que ella nunca supo lo que es el amor. A ella le llamó la atención porque
sabía de los largos años de su relación con Manuel del que por otra parte decía
que nunca había recibido un mal trato.
Manuel no habló nunca de otra mujer como no fuera María.
Y eso menos cuando volvió a la isla vestido de argentino,
impresionando en el almacén de la familia de María, a donde concurría a cada
hora para comprar algo, que cigarrillos, que confites, que un par de guantes..
Era curioso ver al gaucho vestido con guantes tejidos al crochet por la joven
hija de los dueños de aquel comercio de menestras.
María tenía un festejante, eso nunca lo confesó.
Un día que este salió en navegación, tareas de pesca, se
consumó el idilio entre la niña y el visitante.
Se juntaron las dos familias, se realizó la boda y los
brindis, pasando por alto las obligaciones eclesiásticas que disponían anuncios
de varias semanas previas a la consumación del matrimonio.
El festejante quedó sorprendido al regreso. Según lo que
dijo luego de una borrachera expiatoria, la María le había manifestado que lo
quería, y el había dicho y hecho lo propio.
Juró que iría a la Patagonia a buscarla, y cuando le dijeron
que no estaba en ese lugar sino mucho más allá: en la Tierra del Fuego, daría
la vuelta al mundo si fuera preciso. Y prorrumpió una amenaza en al almacén de
los que iban a ser sus suegros.
Pero una noche recibió un ataque, se supone que por los
familiares de María, y se rumoreó que lo dejaron en estado de no servir más
para una mujer.
Pasaron los años y María y Manuel vieron crecer en los hijos
un hogar feliz. El mayor había venido en el vientre de la mujer, el segundo
tardó un poco en llegar al mundo, pero llegó..
Con los años se hicieron de una posición económica, ella en
tareas de costura, él como carpintero y constructor.
Anciano ya Manuel fue perdiendo la vista, y permanecía
largas horas en torno la mesa en que María cosía, escuchando lo que decía el
televisor, mientras la esposa le contaba sobre lo que se veía en la pantalla.
Pero llegó el progreso, y así se supo que había cirugías que
devolvían la vista a la persona más impedida para ver.
También hubo cambios en la vida de nuestra gente y en la
pantalla chica llegó el destape.
Manuel, el operado, se pasaba las horas soldado a los
programas de espectáculos.
María, la que nunca conoció el amor, solía decir sobre su
esposo –que cada vez estaba más sordo- ¡Se la pasa el día mirando culos!
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