O’ Connor, multiplicado. Mirada complementaria de Hernán Genovese.


Él sigue siendo en Buenos Aires el que más sabe de Tierra del Fuego, lo demuestra en sus comentarios a algunos escritos de nuestro blog.
Para el caso también se muestra con un trofeo en sus manos. Ha conseguido por estos días un ejemplar de mi primer libro, en la intricada selva bibliófila porteña. No en vano su padre posee una librería de viejo en Valentín Alsina, donde se conoce el terreno que se pisa.
En el presente artículo aparecen en detalles otros aspectos de la vida de este marino, entregado durante su juventud a destinos sureños.



Eduardo O’ Connor había nacido en 1858. Tenía apenas 19 años cuando comenzó prestar servicios en la marina francesa (1877-1879). En 1879, tuvo intervención en la Campaña del Río Negro. Luego participó en la revolución radical de 1890. Al año siguiente, fue enviado en comisión a Tierra del Fuego. Será entonces cuando su figura tomará más relevancia en el contexto de dos expediciones realizadas en la Isla.

En 1892, el capitán de fragata Eduardo O’ Connor, el teniente Vicente Montes y el personal del aviso “Golondrina” - comandado por el alférez de navío Juan Murúa -, realizaron el primer trabajo o relevamiento concreto de hidrografía fueguina: el sondeo de la boca del Río Grande y adyacencias (*).

Las tareas de reconocimiento abarcaron desde el Cabo Domingo hasta el Cabo Peñas, incluyendo la playa de la boca del Río Grande. Posteriormente, entraron por este río hasta fondear en un recodo de la margen izquierda situado a milla y media de la boca. Allí surgió un importante topónimo para la zona norte de la isla. En recuerdo de la embarcación que los llevaba, Eduardo O’ Connor y sus compañeros nombraron “Puerto Golondrina” a aquel recodo del Río Grande al que habían arribado.

Montes y O’ Connor luego recorrieron por tierra las costas de los ríos hasta casi alcanzar la frontera chilena, y asignaron letras a los afluentes del Río Grande: “A” al futuro Río Candelaria, “B” al futuro Mac Lennan (**) y “C” al futuro Río de la Turba o Río Menéndez.

En esta instancia de la expedición, Vicente Montes divisó en la lejanía una “gran hoya” mientras observaba desde lo alto el lecho del Río Mac Lennan. Sugirió a O’ Connor que esa gran depresión podría tratarse de un gran lago, y que sería posible llegar hasta allí entrando por la zona de la sonda del Almirantazgo (***). Eduardo O’ Connor consideró la opinión de su camarada, y decidió realizar la expedición.

Fue así como ambos marinos se encontraron con el alférez Zurueta en Ushuaia, y planearon encontrarse con él en la sonda del Almirantazgo. Montes y O’ Connor llegarían al punto de reunión por mar desde Punta Arenas, lugar al cual viajarían primero para preparar la expedición. Zurueta, en cambio, lo haría por tierra, cruzando la cordillera desde Bahía Lapataia.

Al llegar a la localidad del Estrecho, Eduardo O’ Connor y Vicente Montes se reunieron con Monseñor Fagnano, quien les indicó que los indios sostenían que por la zona de la sonda del Almirantazgo existía lo que ellos llamaban un “Agua Grande”. Este comentario venía a anticipar que la “gran hoya” avistada por Montes sería ciertamente un lago. Por supuesto, aún faltaba la corroboración en los hechos.

Con todo listo para la expedición, O’ Connor partió desde Punta Arenas en el vapor “Golondrina” rumbo al seno del Almirantazgo. Bajo su mando iban Vicente Montes, Juan Murúa, Cortés (el jefe de policía de Ushuaia) y el alférez Malbrán. Según lo acordado, se encontraron allí con Zurueta y comenzaron por buscar la desembocadura de un arroyo que figuraba en las cartas inglesas al pie del Monte Hope.


Al ubicar el arroyo, de madrugada comenzaron a navegarlo en una lancha de doce remos. El curso de agua venía del Este, y era el desagüe del “gran lago” que buscaban (****). Aproximadamente a las 16:00 hs. desembarcaron en un paraje y comenzaron a subir las serranías del Monte Hope; pusieron rumbo hacia un pico que parecía ser la parte final de aquella serranía. Fue entonces cuando se produjo el descubrimiento del lago más importante de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Así lo relataba Montes, en una carta que escribiera en 1922 al Vicario Apostólico de Magallanes Monseñor Abraham Aguilera:

“Todos mirábamos hacia delante. De pronto alguien gritó: “-¡El lago! Yo corrí unos diez metros más alto y vi efectivamente el inmenso lago, pero solo en parte. Entonces tomando la cantimplora en que llevaba un reconfortante, eché el resto, muy poco, en el vasito de plomo a tornillo que le servía de tapa y levantándolo en alto dije dirigiéndome al lago y en tomo solemne (por decir caricaturesco): “Lago Fagnano yo te bautizo” ... Y apuré el contenido. Los compañeros corrieron hacia mi, no sé si para ver el lago o para que los convidara con el brebaje ... Bajamos a la orilla occidental y bebimos de sus aguas. Éramos los primeros civilizados que las tocábamos ...”.

Al menos en la obra que aquí tomo como fuente para este artículo, “Romancero del topónimo fueguino” de Juan E. Belza, no se indica la fecha del descubrimiento y origen de este topónimo. El autor retoma también un informe de O’ Connor en el cual el marino sostiene que le dieron el nombre de Fagnano “porque este sacerdote nos indicó la existencia del gran lago”. Esto pondría un interrogante con respecto a si el nombre fue dado sólo por Montes tal como él lo cuenta en su carta al Vicario de Magallanes, o si el topónimo surgió del acuerdo conjunto entre los expedicionarios que tomaron parte en el descubrimiento.

Una publicación salesiana de 1920, informó equivocadamente que el descubridor del lago fue el mismo sacerdote José Fagnano junto a Ramón Lista. Eduardo A. Holmberg (h) también había sostenido esta idea en 1906. Lo cierto es que el Lago Fagnano comenzó a aparecer en los mapas de Tierra del Fuego gracias a la expedición de Eduardo O’ Connor en 1892 (*****).

El nombre que los selk’nams daban a este lago era “Kami” (Alargado) o Counajen (Agua Grande); también los choncoiucas - según Beauvoir - le asignaron un nombre considerando sus grandes dimensiones (Kakemchow: Agua Grande). La subcomisión argentina de límites propuso en algún momento llamarlo “Lago de los Límites”. Debemos mencionar por último que en los “Reportes de la Universidad de Princeton, Expedición a la Patagonia, 1896-1899”, el lago ya aparecía referido como Lago Fagnano (******).


(*) El aviso “Golondrina” era un vapor de 30 metros de eslora.
(**) Este río actualmente se llama Río Ona.
(***) También, seno o bahía del Almirantazgo, al oeste de la Isla Grande (Chile).
(****) Los selk’nam daban a este arroyo el nombre de Aiter Kuarn. Otto Nordenskjöld dará a este arroyo el nombre de Río Azopardo.
(*****) Eduardo O’ Connor falleció en 1921.
(******) La Universidad de Princeton se encuentra en la localidad de Princeton, estado de Nueva Jersey (Estados Unidos). Había sido fundada en 1746 con el nombre de Universidad de Nueva Jersey, con sede en la ciudad de Elizabeth situada en ese mismo estado. Diez años después, fue trasladada a Princeton conservando su nombre original. Recién en 1896 su nombre fue cambiado a Universidad de Princeton.-

Fuentes:

Belza, Juan E.: “Romancero del topónimo fueguino”, Instituto de Investigaciones Históricas de Tierra del Fuego, Buenos Aires, 1978.

7 de mayo de 2017, 18:20

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