Nedy Yaksic Martínovic, un adiós a la ternura.



Finalmente fue así, mi prima “la Dominga” al decir de sus hijos, falleció después de muchos días de internación en Punta Arenas.

Escribo en medio del dolor por su pérdida, dolor por todas las cosas que nos estarán faltando con su ausencia, y que se miden por su enorme cordialidad, su hospitalidad sincera, y su sentido práctico de la vida.

Mi prima era maestra.

De un hogar humilde, de padres trabajadores, ella les dio con orgullo el primer título a nivel superior que lograra uno de los primos –fuimos como 36- y lo hizo estudiando en el Normal de Ancud en circunstancias alentadoras, pero también trágicas o novelescas.

Es que en 1960, cuando estaba en los últimos tramos de su carrera docente se vio sorprendida con un terremoto que destruyó la ciudad, y que dejó aislada la Isla Grande de Chiloé para desesperación de todos los que tenían allí alguien de sus afectos.

La historia dio cuenta que desde Santiago la preocupación sobre el destino de los isleños no fue manifiesta, que parecía que interesaba todo lo que había ocurrido hasta Puerto Montt, como si los chilotes fueran parte de otro país.

Entonces cuando se agotaron las urgencias de comunicación, cuando rumores alarmantes circulaban por doquier ante  la falta de certezas oficiales, el tío Volé – Valerio- dejó su taxi con parada en la avenida Independencia y se embarcó en el primer medio naval que lo pudo llevar al norte, a la zona del desastre, para encontrar a la Neddy.

Y allá estaba ella, refugiada con otros estudiantes del sur de Chile que hacían su aprendizaje magistral en Ancud, organizando escuelas a la intemperie, para que los niños sobrevivientes siguieran aprendiendo, para ejercitarse en su vocación.. siendo estas actitudes las que les valieron grupalmente para obtener su título de Maestra, perdida toda documentación de su buen rendimiento estudiantil…

Nedy era la hija mayor de la menor de las hermanas de mi madre, la tía Ana, Anita la llamábamos, aunque un oficial de registro la había anotado como Anca, y así decían sus documentos durante toda la vida.

Ana llevó en vida registro de todas las novedades de la familia: registro de casamientos, nacimientos y defunciones, alojados en una agenda Toyota, donde también incluyó algunas recetas culinarias, secretos de la cocina familiar, y sus apuntes sobre tejido y bordado a crochet en la cual fue diligente artesana.. digo mejor Artista.

Ana y Volé tuvieron otro hijo, Ivo, que resultó tan estudioso como la hermana, o más, y llegó a recibirse de Ingeniero, el primer universitario graduado en la familia, ejerciendo una larga carrera en la Enap, la empresa del petróleo de los chilenos.

Mis tíos tuvieron su  pasar fueguino, es que Valerio, Valentín y otros más trabajaron durante años en Estancia Viamonte, y de allí salió el novio a buscar a la novia casándose en Punta Arenas, luego embarcaron hacia nuestro pueblo y con los meses la madre en gestación volvió para que la Dominga Magdalena naciera en el hogar  de sus mayores, para luego regresar a Viamonte donde vivió sus primeros años, siendo la hija del jardinero, del mozo, y habitando una de las casitas que un día me identificó Adrián como la que tenían afectada a ese matrimonio.

Cuando digo Adrián, digo Adrián Goodall, y Nedy andaba por la edad de Tomy –el hermano de Harberton- conservando los Yaksic algunas fotos de infancia de Nedy donde aparece entre los niños de los patrones.

Tal vez Ana y Valerio podrían haber decidido quedarse en Tierra del Fuego, pero el proyecto era otro: hacerse de algunos ahorros, volver a Magallanes, construirse una casita en la parte del terreno de los abuelos que le correspondía, comprarse un auto, y ponerse a trabajar como chofer, cosa que cumplieron en todos sus tramos hasta constituirse Valerio Yaksic en lo que fue: el más veterano de su oficio en la gran ciudad.

Y además en Punta Arenas, la niña tendría escuela, como que no existía en el horizonte rural que les prometía Viamonte.

Estos apoyándome en los recuerdos de múltiples conversaciones que resultaban el condimento indispensable de nuestros viajes a Punta Arenas.

Y ahora que la prima ha muerto, tengo que afilar el lápiz, y dibujar solo algunos aspectos de su vida.. mientras mis lágrimas por ella se mezclan con otras lágrimas que de un mes a esta parte vengo trayendo por la muerte de mi muy amada esposa.

Diría Patricia, aunque yo no creo en esas cosas, mejor escribo: Hubiese dicho Patricia, que a Nedy se la llevó Patricia; pero esas cosas son análisis que no se sustentan en nada científico, que sólo anidan en la memoria doméstica de los que han crecido en tiempos de cambios, sin soltar amarras a tradiciones traídas de otros continentes..

Los cierto es que Nedy  y Patricia de traen el sabor de la pérdida en este nuevo amanecer.

Por eso voy a agregar algún condimento anecdótico para volver a sonreír, y uno tiene que ver con el conocimiento que tuvo Nedy de Lalo, quien a la postre sería su esposo y padre de sus dos hijos Titín y Juan.

La flamante maestra consiguió a principios de los años 60 trabajo en una escuela rural ubicada en Cámeron, sector chileno de nuestra Isla Grande de la Tierra del Fuego. Cámeron era un enorme latifundio y funcionaba como tal en tiempos en los cuales no llegaba aun la reforma agraria que reduciría su importancia y sus dimensiones. En ese enorme establecimiento mi prima fue maestra de una pequeña escuela. Y allí, en el grupo de los cadetes, entró a conocer a un muchacho de su barrio, el barrio Sur, del que nunca había tenido noticia: el Lalo Perez, que al tiempo conoceríamos como Cañita Perez, y que llegó a entreverarse por cosas de la vida y el trabajo con el mundo deportivo llegando a ganar una competencia de la hermandad en la categoría de los Toyota Starlet, cuando fue descalificado Orestes Boniciolli.

A Lalo le tocó tomarse unas vacaciones y regresó en un velero a Punta Arenas trayendo como equipaje adicional  un descomunal cacharpero, donde la Nedy le enviaba a sus padres productos del campo: chacinados, quesos, y vaya a saber cuántas cosas más. Del puerto a la parada de taxis había que hacer unos pasos y así Lalo y quien sería su suegro se vieron por primera vez. El hombre de campo volvía a su ciudad lleno de expectativas, pero sabía que aunque no había formalizado su relación iba a conocer a la familia de la muchacha a la que le había echado el ojo. Le dio al taxista la dirección, sobre la calle Serrano casi esquina España, y allí llegaron sin que el chofer estableciera una conversación, pese a que el pasajero lo indagaba con distintos temas. Al llegar a destino bajó, abrió el baúl, y dejó que su pasajero sacara sus equipaje, y con todo ello batiera palmas en la casa donde la tía Anita salió sorprendida, y recibió de manos del viajero todos los obsequios, y una carta que sacó Lalo de entre sus ropas. Ya para eso Valerio había partido, cobrándole al pasajero lo que salía la carrera –no había taxímetro entonces- y un adicional por cada bulto que llevaba. Parece que cuando se encontraron los esposos, el padre no se mostró muy entusiasmado por lo que era la gran alegría de la madre; y es que algo sintió Volé, de entrada,  al saber el destino del pasajero.. estaba –como quien dice- en la antesala de entregar a su hija.

Lalo recordaba divertido aquel primer encuentro con los Yaksic Martínovic, unas semanas después cuando pasó a buscar correspondencia, y llevó a la vez un paquete de golosinas preparados para la maestrita. Allí supo que el taxista que lo había llevado, a la propia casa del taxista, y que le había cobrado sin piedad por el servicio, era ese simpático austriáco que hablaba a la chilena.

Cuando Lalo y Nedy se casan los trabajos del campo los llevan a distintos parajes de la región, y en todos ellos la prima va ejerciendo su magisterio rural, si mal no recuerdo cuando nace Titín, el mayor de sus hijos, ya estaban por Río Verde, al poniente de la Península de Brunswick.., hasta que llegó un día en que decidieron radicarse en la gran ciudad, trabajando Lalo en la agencia Toyota que entonces tenía el mayor de mis tíos Juan Martínovich Martínovich.

Levantaron casa familiar al fondo de una hondonada, sobre la misma calle Serrano, cruzando la avenida España, y allí vendría el segundo hijo: Juan, un apasionado tuerca que nos deja testimonios del cotidiano desempeño de los corredores de la región, en su página de internet que aparece con como Juan Perez Yaksic. El hermano mayor ingresó hace poco a la docencia en el colegio industrial, luego de venir trabajando por años en importantes estudios de arquitectura. Es que había estudiado disciplinas que tienen que ver con el arte, de la arquitectura, y maravillaba –¿Marcial lo recuerdas?-  por su elaboración de maquetas, que en su momento ocupaban un lugar en la casa de los abuelos, donde siempre se alojó, y que ahora ocupan espacios virtuales porque todo se está haciendo por computación.

Nedy ejerció la docencia con simpleza y eficacia. Recuerdo que tenía una pequeña biblioteca de recursos pedagógicos, que no era más grande porque “para eso cada escuela tiene la suya, y hay que usarla”.

Cuando en Río Grande comenzaba a hartarme los dichos de nuestras docentes que pasado los cuarenta que se entraban a desesperar por la pesada tarea de enseñar, la tenía a mi prima, la Nedy, el frente de un abigarrado conjunto de niñas de tercer grado, ejerciendo la docencia con alegría y sin desesperación.

Yo le pregunté si a su edad no le resultaba pesado el tener que lidiar con tantas alumnas, y ella me contestó algo así: “Esta es la mejor edad que tiene un maestro para enseñar, cuando tiene la edad de la paciencia, la edad de ser abuelo..” Y allí reclamaba indirectamente un nieto de sus hijos.

Tenía planes de jubilarse plenamente: que el día que terminara con su labor docente terminaría también su trabajo de ama de casa, y que cada uno de sus hombres debían buscar que los atiendan por su lado, y ella liberarse de las tareas de la casa: cocina, lavado, planchado, etc. Pero ese anhelo no pudo ser ejercido por mucho tiempo: un pico de presión dejó postrado a su esposo, durante largos años, hasta que la muerte terminó con su sufrir, y Nedy pudo restituirse a tareas menos agobiantes que cuidar un enfermo.

Pero entonces los años trajeron postración a la madre, y debió seguir en tarea tan abnegada.., en muchos casos se parecía su destino al que decía mi madre tuvo que ejercer con la suya. La tía Anita falleció a 96 años en medio del afecto de los suyos, cuando ya Valerio se la había anticipado en la partida en una década, y teniendo a Nedy en el trato cercano y en la atención compartida con otros integrantes de la familia.

En nuestra última visita a Punta Arenas nos alojamos en la casa de los padres, a donde se había trasladado luego de alquilar la suya a una pariente por el lado de los Pérez. Vivimos momentos intensos, esos que se logran cuando uno se siente como en la casa propia, llegando incluso a hacer públicas peleas domésticas, porque al fin de cuenta estábamos entre geste de nuestra sangre.

Nedy, ahora sin mucho que hacer, aprovechaba todo el tiempo que podía para no hacer nada, y hablaba de un concepto “la casa está en uso”,  para justificar desarreglos en la cocina, o desordenes en el comedor.

En un momento volvió a Viamonte y trajo a la madre recuerdos que enriquecieron vivencias de juventud, algo que tengo trabajo en unas tres horas de conversación sobre como er la vida cotidiana cerca de la casa de los patrones,  y relaciones  cotidianas con las figuras fundacionales de ese establecimiento, Willy, Lucas, Lorenzo, Berta, Clara..

Ahora Nedy ya no está, y yo espero en la versión digital de La Prensa Austral que su nombre aparezca entre las necrológicas que tanta significación tienen el cada despertar magallánico.

Tal vez aparezca en la memoria de tantos alumnos que la conocieron cerca del pizarrón, y que tengan muchas cosas para contar, más interesantes que mi sentida referencia por la muerte de Nedy, escrita en otra llorosa mañana de Mayo…

Desde que murió su marido, en un cementerio parque Nedy tiene reservado un lote lindero..

En las fotos: Nedy juntando flores un día de Pic Nic.Y otra con sus padres en una salida campestre.

Sus funerales se realizaron el martes 23 a la hora 15.






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