“Omoylume salió a caminar por la playa como todos los días..” Escribe Hernán Genovese.



La pluma de Arnoldo Canclini - autor fallecido el 10 de junio de 2014 -, nos dejó variados textos sobre historia fueguina. Una gran parte de su obra se centró en los aspectos concernientes a los misioneros anglicanos ingleses, quienes habían llegado a la Isla en el siglo 19 con el fin de evangelizar a los aborígenes yámanas, acercándolos a la vez a las normas y conductas que organizaban la vida del hombre civilizado. Alrededor de esta temática, Canclini publicó varios textos de importante circulación. Ejemplo de ello, es una colección de cuatro libros de la Editorial Marymar - hoy desaparecida aunque sobreviviendo con el nombre de CEFOMAR Editora - a los cuales Canclini tituló con los nombres de los principales misioneros anglicanos: Allen F. Gardiner, Waite H. Stirling, Tomás Bridges y Juan Lawrence.

El momento en la línea de tiempo fueguina en el cual aparece el grupo de fueguinos que fueron llevados por el Capitán Fitz Roy a Inglaterra en 1830, fue abordado por Arnoldo Canclini a lo largo de los años en diferentes trabajos.

Del libro citado en el artículo, “El fueguino. Jemmy Button y los suyos”, transcribo un extracto del capítulo inicial titulado Encuentro, en el cual el autor realiza una mirada posible sobre cómo pudieron haber ocurrido los hechos que derivaron en el sobrenombre Jemmy Button asignado a un aborigen fueguino.

“Aquella mañana, Omoylume salió a caminar por la playa como todos los días (...). Era el 11 de febrero de 1830 (...). Mientras caminaba al azar por la playa, pensaba en arrojar alguna piedra a una bandada de avutardas o de pingüinos para mejorar de ese modo su dieta, ya que no estaba seguro de cuándo regresaría su padre, que había ido con otros a perseguir una manada de guanacos (...). Un niño de doce años como él ya debía ser capaz de proveer algo y eso era lo único que le preocupaba.

Aunque algunos lo llamaba Show-lu-a, también le habían puesto Omoylume, y luego se crió en Wula, la gran isla en que vivían casi siempre. Aquel lugar, del que iban y venía periódicamente, era Wulaia, o sea la bahía de Wula, aunque él realmente había pasado sus primeros días en Wul-isk, el islote que estaba enfrente, y que ocultaba la vista del gran canal Onashaga.

Pero avanzada la mañana, una aparición surgió detrás del islote. Era una nave de dimensiones colosales (...). (...) Encima tenía una serie de grandes objetos blancos y planos que se hinchaban con el viento. Se veía una serie de hombres que iban de un lado al otro (...).

Nota: Hernán Genovese es la persona que más sabe de Tierra del Fuego y su historia, en Buenos Aires.

                           

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