La situación de EL PARAMO.



Corría el 8 de enero de 1889,   y Julio Popper daba a conocer su situación de su emprendimiento en la prensa porteña. 

Y es que da detalles de cómo debió armar un ejército de espantapájaros para atemorizar a los que intentaba merodear en los sitios en los que sólo él estaba autorizado para explotar el oro.

El engaño sirvió para despojar a los asediadores de sus caballadas, haciendo una observación que “habrían notado con sorpresa que carecían de piernas, que las armas eran palos de madera, que debajo de los uniformes había, en vez de carne, verdura, y que lo que parecía cabeza no era más que un atado de trapos. ¡Eran espantajos de paja, los maniquíes de El Páramo, el último recurso del establecimiento!


El DIARIO de Buenos Aireada cuenta de sus incursiones en Slogget, siendo el título genérico del artículo: TIERRA DEL FUEGO. LA VIDA EN EL EXTREMO DEL MUNDO HABITADO.

Al hacer una primera referencia a Bahía Slogget la acompaña de la cita latina Lasciate ogni speranza voi ch’entrate, la misma cita del Dante en las puertas del infierno.


Una vegetación exuberante de algas marinas gigantescas, cuyas ramas y ojas gelatinosas flotan a largos trechos en la superficie, y cuyas raíces se hallan a veces a cien metros bajo el nivel de las aguas, señalan la existencia de rocas sumergidas.

En el sudeste de la bahía, un pequeño islote de 200 metros de largo por 40 de ancho, mantiene aún, en medio de las constantes rompientes, su efímera existencia, mientras que al este, sobre un fondo amarillo formado en la playa por altas barrancas de cuarcita, se dibuja negra y fantástica una roca singular de altura de noventa y tantos pies y de forma de un cutter que navega a toda vela –The devils yacht!, exclama el timonel, que efectivamente creía ver un buque de velas negras e inclinadas contra el viento, en tanto que el piloto, sonda en mano, anunciaba diez brazas de agua, fondo de arena.


Estábamos frente a una playa baja de donde se eleva gradualmente una barrera que forma el litoral oeste de la bahía; fondeamos y a poco rato me hallé en el bote acompañado del ingeniero Wagner, con los instrumentos necesarios para darnos cuenta de la hidrografía del lugar que hasta entonces no había sido aun estudiada; terminando este trabajo preliminar, tratamos en vano de abordar la baja playa, siéndonos esto impedido por las grandes oleadas que allí rompían.

Nos dirigimos luego al oeste y pasando por entre las rocas y por sobre el sargazo agitado, desembarcamos aprovechando uno de aquellos instantes de relativa calma que se interpelan entre cada golpe de marejada.

En tierra nos encontramos frente a una barranca de arcilla, de 350 pies de altura, que impedía el paso por todos lados. Los derrumbes de aquella arcilla mostraban la impresión de las huellas de un perro, y arriba, como a la mitad de la altura, en la barranca, se notaba, cual un nido de águila, un pequeño plano que ostentaba alguna vegetación.

Estábamos en pleno invierno, a principios de agosto de 1888, durante la noche el termómetro había marcado nueve grados bajo cero, y la barranca expuesta al sol presentaba una superficie parecía a la de los palos ensebados con que se acostumbra a obsequiar  al pueblo en días de fiestas populares.


Si ha subido un perro subiremos también, pensaba yo –escribía el Rumano- y cortando con la pala escalones en la arcilla, ascendimos poco a poco, haciendo uso de piés, manos y uñas  hasta llegar al plano mencionado.

Allí crecían cinco hayas, un mirto y algunos pequeños arbustos, y tendido por entre esa vegetación, vimos flaquísimo, con la lengua estirada sobremanera a un perro fueguino recién muerto, y al parecer, de hambre.

Era evidente que si el perro había podido bajar de la altura de la barranca, debía existir un obstáculo mayor que impedía el regreso.

Eso no obstante, seguimos ascendiendo apoyados en los remigntons que, invertidos con sus bayon3etas, nos sevían de alprenstock; en total nueve hombres que para mayor precaución llevaban una larga cuerda atada en la cintura de cada uno.

De este modo habíamos subido ya casi toda la barranca cuando a nueve pies de la orilla, a la altura vertiginosa de 340 pies por encima de las rompiente de la playa, nos vimos pegados a la muralla como murciélagos e imposibilitados de adelantar ni retroceder.

En ese momento, un trozo de barranca que apenas habíamos franqueado se desprende…

Popper sabía poner suspenso a sus relatos….

LA AUTORIDAD:

En las exploraciones que desde hace cuatro años he seguido efectuando en las paredes desconocidas de la TIERRA DEL FUEGO , que hasta entonces solo eran habitadas por indios salvajes, he descubierto y denunciado varios yacimientos de arenas auríferas.

Estas exploraciones las he efectuado con autorización del Superior Gobierno. Los varios establecimientos que he instalado, llevando elementos de población, construyendo casas y haciendo viables regiones hasta allí desiertas, se basan sobre denuncias y poderes legales, y autorizado por decreto del Superior Gobierno de ocupar 2500 hectáreas de terreno en Tierra del Fuego.

Con estos antecedentes he establecido también en la había referida, un lavadero aurífero, confiando su dirección al ingeniero Wagner y dejándole el personal y elementos necesarios a la explotación.

Mientras me hallaba en el establecimiento del Páramo, en el norte de la Tierra del Fuego, aparece y fondea en la Bahía Sloggett, el día 5 de diciembre de 1888, el vapor de la gobernación, Comodoro Py, llevando a su bordo al gobernador interino del territorio.

Este caballero procede sin más preliminares al arresto del señor Wagner, que era el representante de Popper en esa concesión, y de su personal, sin atender ninguna de las justa reclamaciones, violando las leyes vigentes sobre minería y los derechos constitucionales de los pobladores.

“Yo no tengo conocimiento de tal Código de minería, luego dicho Código no existe; a más tengo ordenes superiores de proceder de este modo” Asi se expresaba el digno funcionario.


Al salir de la bahía el buque de la gobernación con sus prisioneros a bordo, se avista bordeando hacia el fondeadero el buque del establecimiento, lugre nacional María López, que venía de EL PARAMO cargado de víveres, instalaciones y nuevo personal para dar mayor ensanche al Lavadero de Slogett.

Los ´peones que se hallaban presos a bordo del buque del gobierno sin saber el motivo de la prisión piden al comandante comunicarse con el MARIA LOPEZ, exponiendo la probabilidad de mi llegada a bordo; pero no reciben contestación alguna y el COMODORO PY sigue su rumbo hasta el punto llamado USHUAIA, situado en el canal de Beagle, en la frontera de Chile, e incomunicado de la Tierra del Fuego argentina por altas montañas intransitables por la eterna nieve  que las cubre, punto que una sabia administración local ha elegido como más a propósito  para capital del territorio.


Los días de mar tranquilo son tan escasos en la Bahía Sloggett como los buques que la frecuentan, y esta rara coincidencia ocurría mientras que salía el COMODRO PY y entraba el MARIA LOPEZ. Fondeado el buque, manda bote a tierra y encuentra a cuatro hombres que al ver la suerte que les esperaba en el Py se habían refugiado en los bosques.

El capitán, informado de lo sucedido, se dispone a desembarca la carga más necesaria para los hombres que pensaba dejar, con la intención de regresar luego al Páramo e informarse  de lo sucedido; pero en tanto que se efectuaba la descarga, los peones que se encuentran sin director, desnaturalizados  por el hecho que acaba de perpetrarse y que coincidía con los ya alarmantes del Páramo y Punta Arenas, se apoderaran de las bebidas y confraternizando con los marineros, arman una de aquellas bacanales  que tan sólo son posibles cuando peones y marineros se encuentran por primera vez sin superior y sin autoridad.

El drama es presentado bajo el título UN NAUFRAGIO, ONCE AHOGADOS

MIENTRAS TANTO EL VIENTO QUE VENIA DE TIERRA vira al sudeste, la marejada empieza a pronunciarse y el capitán, que desde algún tiempo hacia señales llamando a sus tripulantes, nota aterrorizado lo que sucede en tierra; hace esfuerzos soberhumanos pero inútiles, para izar él solo el ancla, hasta que por fin ve llegar el bote con sus tripulantes, todos ebrios.

“Al ancla” ¡Icen foque!, exclama, pero lso marineros se le ríen en la cara.

No iré al Páramo para que me lleven preso con Popper, gritaba uno. ¿Al bote salvavidas! Gritaba el otro.

En tanto las olas rompían por encima de la proa, el ancla garreaba y de nuevo el capitán se hallaba solo con un marinero tendido sobre cubierta por el golpe de marejada. No quedándole más recurso, baja, revólver en mano, al bote, y en ese momento el timonel tira el remo de gobierno, el bote pasa por debajo de la quilla del buque y desaparece para siempre el capitán y todos los tripulantes…

El buque abandonado rompe la cadena que lo sujeta al ancla, toma dirección hacia la playa, y llevado por una poderosa rompiente, conservando la rapidez vertiginosa que le ha impreso la ola, encalla lejos del agua, a inmediaciones del río sin nombre antes mencionado.

Horas después, Jack Marshall, el marino que había quedado sobre cubierta, despierta de su sueño letárgico hallándose a bordo, el buque intacto y en seco a 20 varas de distancia de la línea de playa.

Pocos días más tarde vuelve el buque del gobierno trayendo a bordo a las autoridades de Ushuaia. Estos funcionarios proceden a apoderarse d elos papeles del buque, abren y se enteran de la correspondencias particular que he dirigido a Wagner –su representante-, toman posesión de varios documentos particulares, también se apoderan de las provisiones, del cronómetro, de los materiales y hasta de los accesorios del buque y obligan a los peones que reciben mis salarios, a trabajar sacando oro para el señor gobernador.

Esto sucedió en el mes de septiembre de 1888. Hoy a principios de enero de 1890, los documentos sacados del buque no me han sido aun devueltos; el oro extraído por Wagner, las provisiones, los materiales, todo ha desaparecido.

Popper titula a este capítulo de su relato: Aves de rapiña.

Julio Popper dio cuenta sobre los incidentes del naufragio del MARIA LOPEZ en SLOGGET que la Prefectura Marítima no había recibido información alguna del hecho, aunque este barco ostentaba la bandera nacional; “en Alemania la familia del infortunado capitán Knaak espera aún recibir noticias de él–dirá al publicar estos acontecimientos en EL DIARIO DE BUENOS AIRES- y en bahía Slogget ase siguen lavando oro con los utensilios de Popper por cuenta de Paz y a cargo de su pariente el señor Colombra”.


“Para dar más realce a la obra, traajan allí como peones los mismos forajidos que han saqueado e incendiado los establecimientos de Carmen Sylva y río Cullen, y contra quienes el mismo gobernador ha expedido orden de arresto estando en el Páramo; mientras a pocos pasos vese inmóvil aún en las arenas, con su alta arboladura en perfecta perpendicularidad, pero con las vergas de gavia caída en forma de horca, el MARIA LOPEZ, testigo mudo de escenas que tan sólo ocurren en el extremo austral del mundo habitado”. 

La imagen que acompaña la presente entrega es un dibujo de Blas Alfredo Castagna que ilustró FURIA DEL ORO EN EL PÁRAMO de Camilo Guait, Ediciones Toqui.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Sumo algunas referencias sobre el origen del topónimo “Sloggett”, central en el artículo desarrollado en el blog, el cual fue aplicado a una de las tantas bahías que se forman a lo largo del Canal Beagle.

Para ubicar en el tiempo a este nombre geográfico, debemos remontarnos a los inicios del siglo XIX, cuando dos célebres embarcaciones fueron preparadas para realizar un viaje de relevamiento – un estudio hidrográfico – que incluyó al archipiélago fueguino. Sus nombres: “Beagle” y “Adventure”. Este trabajo de exploración se extendería durante un plazo aproximado de diez años, y se realizaría con dos expediciones.

La primera expedición partió de Plymouth el 22 de mayo de 1826 y regresó al mismo puerto el 30 de octubre de 1830. Cuando zarparon, la “Beagle” estaba capitaneada por Pringles Stokes, mientras que la “Adventure” respondía al mando de Pillip Parker King. Durante un receso de esta primera etapa, Pringles Stokes se quitó la vida (1º de agosto de 1828) y su lugar fue ocupado por Robert Fitz Roy. Y sería bajo el mando de éste último, cuando surgiría el topónimo Sloggett.

Ya en esta primera expedición, hubo una llegada a la Bahía en cuestión. Mientras la “Beagle” estaba anclada en Bahía Windhond, al sur de la Isla Navarino, el 3 de mayo de 1830 el master Mateo Murray partió en una ballenera con rumbo al Cabo Buen Suceso. Y antes de desembarcar allí, estuvo en la Bahía Sloggett.

Al regresar a Europa, Fitz Roy se llevaría a cuatro fueguinos de quienes luego se hablaría en los libros de historia fueguina. La intención de Fitz Roy era enseñarles la religión cristiana y educarlos.

En la segunda expedición, la “Beagle” con Fitz Roy nuevamente al mando, zarpó el 27 de diciembre de 1831 para proseguir con el relevamiento en el archipiélago fueguino y áreas cercanas. Iban abordo tres de los cuatro nativos que ahora volvían a su tierra (uno de ellos, había fallecido de viruela al llegar a Europa en diciembre de 1830), el naturalista Charles Darwin y un misionero (Richard Mattews). Los nativos y el misionero fueron desembarcados cerca de Bahía Windhond. La “Beagle” y la “Adventure”, tras un largo periplo por el mundo, fondearon en Falmouth el 2 de octubre de 1836 y luego continuaron a Plymouth. La “Beagle” fue desarmada en Woolwich el 17 de noviembre de 1836.

CONTINÚA EN EL SIGUIENTE COMENTARIO

VIENE DEL COMENTARIO ANTERIOR

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Sumo algunas referencias sobre el origen del topónimo “Sloggett”, central en el artículo desarrollado en el blog, el cual fue aplicado a una de las tantas bahías que se forman a lo largo del Canal Beagle.

Para ubicar en el tiempo a este nombre geográfico, debemos remontarnos a los inicios del siglo XIX, cuando dos célebres embarcaciones fueron preparadas para realizar un viaje de relevamiento – un estudio hidrográfico – que incluyó al archipiélago fueguino. Sus nombres: “Beagle” y “Adventure”. Este trabajo de exploración se extendería durante un plazo aproximado de diez años, y se realizaría con dos expediciones.

La primera expedición partió de Plymouth el 22 de mayo de 1826 y regresó al mismo puerto el 30 de octubre de 1830. Cuando zarparon, la “Beagle” estaba capitaneada por Pringles Stokes, mientras que la “Adventure” respondía al mando de Pillip Parker King. Durante un receso de esta primera etapa, Pringles Stokes se quitó la vida (1º de agosto de 1828) y su lugar fue ocupado por Robert Fitz Roy. Y sería bajo el mando de éste último, cuando surgiría el topónimo Sloggett.

Ya en esta primera expedición, hubo una llegada a la Bahía en cuestión. Mientras la “Beagle” estaba anclada en Bahía Windhond, al sur de la Isla Navarino, el 3 de mayo de 1830 el master Mateo Murray partió en una ballenera con rumbo al Cabo Buen Suceso. Y antes de desembarcar allí, estuvo en la Bahía Sloggett.

Al regresar a Europa, Fitz Roy se llevaría a cuatro fueguinos de quienes luego se hablaría en los libros de historia fueguina. La intención de Fitz Roy era enseñarles la religión cristiana y educarlos.

En la segunda expedición, la “Beagle” con Fitz Roy nuevamente al mando, zarpó el 27 de diciembre de 1831 para proseguir con el relevamiento en el archipiélago fueguino y áreas cercanas. Iban abordo tres de los cuatro nativos que ahora volvían a su tierra (uno de ellos, había fallecido de viruela al llegar a Europa en diciembre de 1830), el naturalista Charles Darwin y un misionero (Richard Mattews). Los nativos y el misionero fueron desembarcados cerca de Bahía Windhond. La “Beagle” y la “Adventure”, tras un largo periplo por el mundo, fondearon en Falmouth el 2 de octubre de 1836 y luego continuaron a Plymouth. La “Beagle” fue desarmada en Woolwich el 17 de noviembre de 1836.

CONTINÚA EN EL SIGUIENTE COMENTARIO

Anónimo dijo...

VIENE DEL COMENTARIO ANTERIOR

Entre los innumerables topónimos que dejó este relevamiento inglés, aparece la Bahía Sloggett. Así lo cuenta Juan E. Belza:

“Ahora continuaré con los accidentes que bordean el Beagle: “(...) Bahía Sloggett (insinuación misteriosa para mi) con su Punta Jesse, hoy Argentino”.

En este punto, cabe una acotación. Del comentario de Juan E. Belza, se desprende que el topónimo “Punta Argentino” reemplazó el nombre anterior de “Punta Jesse”. Sin embargo, en la Carta del “Cabo de Hornos, Isla de los Estados y Península Mitre” editada por Zagier & Urruty en 2002, puede observarse que coexisten ambos topónimos: Punta Jesse y Punta Argentina, ambas ubicadas en la entrada oeste de la Bahía Sloggett. Una posibilidad, es pensar que efectivamente, al momento de escribir Belza su libro (1978), Punta Argentina haya reemplazado a Punta Jesse, y que luego, en algún momento el nombre de Punta Jesse se haya corrido hacia otra punta cercana, tal como se la puede observar en los mapas actuales. Cabe señalar, que algunos topónimos fueguinos fueron reemplazados por otros, pero el topónimo reemplazado no desapareció, sino que fue trasladado a otro lugar geográfico. Tal el caso, por ejemplo, de la Isla Terhalten, que luego fue llamada Isla Lennox. El nombre Terhalten fue asignado por el vicealmirante Schapenham en 1624 en recuerdo de uno de los tripulantes de la llamada Flota Nasávica (Johan Ter Halte, capitán de la tropa de Mauritius). Sin embargo, el reemplazo no eliminó el nombre Terhalten, el cual fue desplazado y asignado a otra pequeña isla situada al sur de la Isla Lennox. Así, este nombre sobrevivió hasta la actualidad.

Continúa Belza su comentario con respecto a la Bahía Sloggett propiamente dicha:

“Es interesante acotar que el topónimo Sloggett, pudo ser interpretado como una voz eslava que significa “reunión” y que los oreros dálmatas frecuentadores del lugar, rico en yacimientos auríferos, transmitieron al puesto. En efecto, Julius Popper estableció allí un puesto de lavado de metales a comienzos de 1891, constituido casi totalmente por croatas (...). La coincidencia es curiosa, pero el nombre de Fitz Roy (Sloggett) antecedió a las “reuniones” en unos cincuenta o sesenta años” (Belza, Juan E.: “Romancero del topónimo fueguino”, Instituto de Investigaciones Históricas Tierra del Fuego, Buenos Aires, 1978).

En ese mismo año de 1891, en el mes de octubre, el transporte Ushuaia en el cual viajaba Juan Manuel Eizaguirre como corresponsal de La Prensa, bajó materiales en la Bahía Sloggett para construir una comisaría. Días antes, Eizaguirre había hecho una reunión abordo para proponer una rectificación de topónimos con el fin de hacer valer la soberanía o nombres que tuvieran más que ver con nuestra historia. Fue así como propuso reemplazar el nombre de Bahía Sloggett por el de Bahía Cornero (por entonces, el Gobernador del territorio), pero claro está, su intención no prosperó.

Hammacoia, era el nombre con el cual los nativos del lugar llamaban a la Bahía Sloggett.

Por último, “el pequeño islote de 200 metros de largo por 40 de ancho” situado en el sudeste de la bahía Sloggett, mencionado por Popper, tal vez pueda ser el Islote San Martín de Tours, única isla que la Carta antes citada señala en dicha bahía.

Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-