TRÍPTICA NACIONAL.HISTORIA.17.UN PAIS PORTUARIO SIN PUERTO

En el año 1824 el gobierno de la Provincia de Buenos Aires por ese entonces a cargo del gobernador Martín Rodríguez, negoció con la compañía bancaria Baring Brothers de Londres, Inglaterra, un empréstito por un millón de libras dando, origen a la deuda externa argentina.

En principio este capital iba a utilizarse para la construcción del puerto, para el establecimiento de nuevos pueblos y para obras de salubridad.

Durante la colonia, en tiempos de la sujeción al virreynato del Lima este no consintió que saliera la producción de lo que hoy es nuestro país debiendo canalizarse la misma hacia el Alto Perú y de ahí a Lima.

En esas condiciones poco podría progresar el Río de la Plata situación que contrastaba con el Brasil que comerciaba libremente con Inglaterra, paises que por otra parte comenzaron lentamente a infiltrar su comercio clandestino en ambas riberas del plata dando lugar al contrabando.

Cuando pasó el momento inicial de la plutocracia española, esa que llevó el oro de los indígenas a una España que terminó comercializándolo con Francia y Holanda; se pensó que algo de provecho se podía sacar del inactivo puerto de la Trinidad. Y fue entonces cuando nació el Virreynato del Río de la Plata con el propósito de expulsar a los portugueses asentados en la Colonia del Sacramento y comerciar exclusivamente luego… con la metrópoli española.

Esa situación no tranquilizaría ni a los ingleses, ni a los lusitanos, ni tampoco a una parte importante del comercio de Buenos Aires, los que accionarían y complotarían para acercar este país al libre comercio.

Los vaivenes de la política internacional dieron apertura a las relaciones mercantiles en el plata, por fuera del monopolio.

Buenos Aires vio nacer al Consulado, entidad que tuvo a su frente a la figura de Manuel Belgrano, cuyas opiniones no fueron coincidentes con la de los comerciantes del plata, en lo que se denominaba la Junta de Gobierno.

Belgrano fue designado el 6 de enero de 1793, en días de la Revolución Francesa, que extendía su pensamiento más allá de sus fronteras. El Secretario perpetuo de este organismo que era en parte mercantil, y en parte junta económica opinaba que “el comercio debe tener libertad de comprar donde más le acomode y es natural que lo haga donde se le proporcione el artículo más barato para reportarle utilidad”.


Y es lo que no querían los intereses metropolitanos en el Plata.

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