Los primeros cazadores y zapateros, de la Tierra del Fuego:



Los pueblos cazadores recolectores, entre ellos los de nuestra Tierra Fueguina, salían a cazar cuando el sol estaba alto. Para ese momento el guanaco, como todos los herbívoros ya se habían alimentado, estaba pesado haciendo la digestión y era víctima más fácil de sus flechas. El animal generalmente no moría al ser flechado, sino que se iba desangrando al ser corrido por el cazador que según su sabiduría en el tema iba arrojando más proyectiles o no. En muchos casos el hombre no tenía apuro, porque la caza ya iba dejando el rastro, el animal se fatigaba menos, y la carne era también menos dura. A la hora de faenarlo -se lo cortaba en varias piezas para poder transportarlo de vuelta a donde estaba la familia- se privilegiaba la ingesta de la grasa. Se la consumía caliente, recién sacada del animal... La caza era una necesidad diaria, entre otras cosas porque con parte de las extremidades de la presa se hacían los mocasines -xamni- sin los cuales era prácticamente imposible andar; y los mismos -recubiertos internamente de pasto seco- tenían una limitada duración. El hombre era por sobre todas las cosas: cazador y zapatero.



Las imágenes: Cazadores de Alberto De Agostini, Xamni, de Margarita Maldonado en su libro Entre dos mundos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo!

Tengo entendido que hoy 27 de junio es la presentación - en Ushuaia - del libro referido en tu artículo (“Entre dos mundos”, de Margarita Maldonado). Si hubiera estado allá, hubiera asistido seguramente. La temática sin dudas es para resaltar y dar a conocer; es también una forma de acercarse a la cultura y la historia fueguina, por supuesto.

Sumo a este artículo algunas apreciaciones de Martín Gusinde, que me parecieron interesantes, referidas al guanaco. Las tomo de su obra “Los indios de Tierra del Fuego. Los Selk’nam. Tomo 1, Vol. 1”:

“Indiscutiblemente el guanaco es un animal de importancia vital para el selk’nam (...). Se halla extendido por toda la Isla Grande en gran cantidad y su aprovechamiento en la economía indígena es tan múltiple, que no hay parte digna de mención que no se utilice en algo (...). Es alto y fuerte, suele vivir en manada, se delata al punto por su curiosidad y sus relinchos, y las grandes pisadas que deja en el bosque y el terreno arenoso no tardan en llevar tras de sí a cazadores y perros (...). Estudiando las huellas en el suelo, el indígena ha aprendido a determinar, con sorprendente acierto, no sólo el sexo y la edad del animal, sino los días que han pasado desde que las dejara. Admirado, pude comprobarlo con mis propios ojos más de una vez. Todo esto ayuda al indígena a aproximarse al guanaco y cazarlo con relativa facilidad (...).

Dificultosamente podría el selk’nam prescindir del perro en la caza del guanaco, en particular en las llanuras del norte. Allí los perros deben rodear al guanaco en amplio movimiento circular, acercándolo lentamente al cazador, que yace pegado al suelo o se aproxima reptando. Allí, donde el terreno es arenoso, suele arrastrarse a ras de tierra; en el boscoso sur se agacha un poco o se oculta detrás de los troncos para escapar a la vista del guanaco, que está muy alerta (...).

Las montañas en la orilla meridional del lago Fagnano eran consideradas su espacio vital particular, donde no se le debía cazar. Esta tradición se respetaba rigurosamente hasta hace muy poco. Nadie pudo explicarme el motivo de esta prohibición. Nos preguntamos si se originó en la idea de concederle una región determinada para evitar, a toda costa, su extinción”.

Un saludo Mingo!
Hernán (Bs. As.).-