Terminaba la primera gestión del Proceso y este pronunciamiento estético respondía a los múltiples contactos de en la prensa porteña tenía Ampelio Liberali, el titular del área gubernamental en Tierra del Fuego. Vínculos que en materias afines ya habían traído a Altuna y Trillo -los días previos al mundial del 78- haciendo vivir al personaje del momento en la contratapa de Clarín: Hugo Chavez -El loco- la aventura de buscar el tesoro de los incas en Ushuaia y su entorno.
Tomemos ahora un conocimiento mayor del autor de este cotidiano, siguiendo la entrevista que en el tiempo le realizara Metro:
En las bibliotecas que rodean a la mesa de trabajo del humorista
gráfico, Felipe Miguel Ángel Dobal se encuentran encuadernados y celosamente
cuidados los últimos años de la historia argentina y del mundo. El dato no sorprende,
hasta que el propio Dobal aclara que se trata de una historia contada a
través de sus tiras cómicas y con su particular interpretación de la
realidad.
Empezó a incursionar en el oficio de contar a través del dibujo cómico desde
muy joven, en su Bahía Blanca natal (es oriundo de Puán). Durante más de
cuarenta años trabajó en Clarín y sus recuadros de actualidad titulados “La
crónica diaria” –cerraban la contratapa humorística del diario- ofrecieron
una mirada diferente de la actualidad. A los 83 años, con seis hijos, 18
nietos y tres bisnietos, Dobal continúa satirizando el acontecer cotidiano.
En esta entrevista con Metro el dibujante, que desde hace mucho tiempo vive
en Temperley, recorre su amplia trayectoria de la mano de sus dibujos.
- Me imagino que de chico dibujaba mucho.
- Siempre me gustó dibujar. Cuando era pibe con mis hermanos teníamos una
revista que se llamaba “El ojal” , era de un sólo ejemplar. Yo hacía las
caricaturas, las tapas en color y las páginas centrales. Imitábamos a la revista
Patoruzú y Rico tipo. De chiquito ya dibujaba muy bien.
- ¿Y cuándo decidió vivir de este oficio?
- Fue un poco de casualidad, fue la mano de Dios. Yo había terminado 6° grado
y estaba por ingresar al secundario, cuando a mi hermano menor (hoy Monseñor
José María Dobal) le dio por hablar con el dibujante Alejandro Francini que
tenía una agencia de publicidad y me recomendó como aprendiz. Al otro día
llevé mis dibujos y comencé a trabajar de esto en lugar de estudiar.
- Después pasó a trabajar en el diario El Atlántico.
- Sí, mi hermano mayor, Esteban, ya trabajaba con los fotógrafos del diario y
me entusiasmó con la idea de hacer dibujos deportivos para la edición del
domingo. En esa época era muy usual identificar a los equipos con un
determinado personaje... Boca era el pizzero, River el millonario. La cosa es
que los empezaron a publicar. Después empecé a trabajar en el archivo del
diario y seguí haciendo los dibujos. Hasta que llegó un nuevo director y me
preguntó si me animaba hacer dibujos de actualidad y así fue que comencé a
publicar uno por día (Llevaban el título: “Actualidad por Dobal” y él aún los
conserva). Pero eso lo dejé cuando un amigo me recomendó para ingresar en la
publicación de Lino Palacio.
- Lino Palacio era una especie de referente para muchos caricaturistas
jóvenes ¿Cómo fue su primer encuentro con él?
- Yo cuando trabajaba en El Atlántico copiaba a Lino, me encantaba “Don
Fulgencio”. Cuando estaba en Bahía Blanca jamás me hubiera imaginado que iba
a trabajar 15 años con él y que iba a ser mi testigo de casamiento. Yo lo
admiraba tremendamente, era un hombre enorme, jugaba al rugby... tenía una
pinta bárbara. Cuando llegué a Buenos Aires comencé a hacerle las
historietas... hacía a Don Fulgencio y otros dibujos. Trabajaba también Jorge
Palacios, el hijo de Lino, que es como un hermano para mí. Yo siempre digo
que Lino fue mi patrón, mi amigo y mi papá.
- Usted siempre se caracterizó por hacer humor de actualidad, no por
crear a un personaje determinado.
- Siempre me gustó tomar cosas de la realidad y hacer chistes con eso. Yo de
lo que me puedo jactar es de haber acostumbrado a los diarios de Buenos Aires
a tener dibujantes de actualidad. Ni La Nación, ni La Prensa, ni Clarín
tenían dibujantes de actualidad. Un día llevé dibujos a Clarín y el 14 de
abril de 1958 empecé a publicar en el diario, en un suplemento dedicado a los
eventos sociales.
- Su trabajó lo obliga a satirizar a muchos políticos ¿Nunca tuvo
problemas con ninguno?
- Afortunadamente no. Muchos presidentes pedían reuniones con los humoristas
gráficos, pero no hubo problemas. El 30 de abril del 58, (el presidente Pedro
Eugenio) Aramburu llamó a todos los humoristas gráficos para desearnos
suerte. Al otro día le entregaba el poder a (Arturo) Frondizi. Fuimos todos,
Lino (él lo dibujaba a Aramburu como una vaca) y Jorge Palacios, Landrú,
Carlos Garaycochea, Medrano y otros. Yo era el único que trabajaba para un
diario, los demás eran todos de revistas. A Frondizi lo usé muchísimo para
los chistes, a él y (al ministro de Economía Álvaro) Alzogaray. Un día
Frondizi me llamó a Casa de Gobierno porque me quería conocer. Alzogaray me
quiso conocer también. Más para acá dibujé a Raúl Alfonsín, a (Carlos)
Menem... dibujé a todos.
- ¿En qué año nace La crónica diaria?
- Yo fui durante 15 años el único dibujante de Clarín. En el ’73 cuando se
crea la contratapa con humor se agregaron otros. Ahí nace “La crónica diaria.
También dibujé para La Razón, el diario de habla hispana de mayor tirada en
el mundo. Yo en Clarín fui muy querido. Siempre pienso que voy a volver...
¡total 83 años no son nada!
- ¿Cuál fue la mejor etapa política para hacer humor gráfico?
- No sé. Durante la dictadura no hacíamos política sino actualidad. Sin
embargo, yo hice a muchos ministros de Economía. A (Domingo) Cavallo lo usé
mucho. . Alzogaray me llamó un día para pedirme un dibujo. Era una caricatura
de él vestido de boxeador en un ring, el manager era Frondizi y en el otro
rincón había un monstruo todo musculoso. El título decía Álvaro vs.
presupuesto.
- La última ¿Le hubiese gustado tener un personaje?
- ¡Si claro! Como el Clemente de mi amigo Caloi o el Inodoro de mi amigo
(Roberto) Fontanarrosa. Es una frustración, me hubiese gustado tener un
personaje como Clemente, pero soy feliz con lo que hago.
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