Conversaciones con Ramón García.2. ¡Era un desierto!

A la transcripción que realizamos del diálogo inicial que tuvimos con Ramón, poco antes de volver a España, de donde había salido cuatro décadas antes, agregamos en reportaje existente en El Sureño, realizado por Miguel Elías Vázquez, y ahora una pieza de factura familiar y académica:

Se trata de los condensado por su nieta Silvana Andrea Zapata García, que es también mi ahijada, en su trabajo de fiscalización del Seminario de la Realidad Regional bajo el título Variables y constantes de la adaptación de los inmigrantes a Río Grande, esto cuatro años después de mi conversación.



Soy de España. Mi padre se llamaba Antonio García y mi mamá Balvina Abal, por eso yo llevo los dos apellidos. Éramos siete hermanos: Blas, Jesusa, Severina, Manuel, Pepe, yo y Antonio.

En España hacíamos vida de campo, trabajábamos las tierras, cosechábamos de todo: máiz, papas, cebollas. Algunas tierras eran nuestras y otras teníamos arrendadas, alquiladas. Aparte cuando fui grandecito entre los barcos. Yo ya conocía a la abuela. Nos conocíamos de chicos, cuando pasábamos por al lado, nos guiñábamos el ojo, ella tenía trencitas, bien largas, era linda. Éramos vecinos, bah, no éramos tan vecinos pero donde vivía ella yo tenía a mis abuelos. Yo viví con mis abuelos desde los cuatro años. Como ellos eran grandes y no tenían chicos, entonces me mandaron a mí, para los mandados, estuve como cuatro o cinco años. No me acuerdo pero creo que estuve hasta los doce-trece. Ahí me enfermé y fui al hospital, estuve mucho tiempo en el hospital. Fue en el tiempo de la revolución de España. El hospital estaba lleno de… invadido de soldados. Yo si a alguno le daban de alta o moría ocupaba el lugar de él. Me buscaban las monjitas, me buscaban la cama. Me daban cualquier cantidad de propinas. Yo tenía 14 años. Yo estaba enfermo del brazo, pero como era del brazo estaba de pie y podía, podía hacer algo siempre. Los soldados me tenían como la mascota. Me guardaban los postes para mí, me daban de todo. Yo siempre andaba rondando la puerta porque cuando iba una madre con el hijo a dejarlo en el hospital y lloraba, yo me le acercaba y lo traía para adentro. La madre cuando venía de visita me daba platita a mí, y me traía regalitos. Yo cuando dejaba a ese ya estaba en la puerta a ver si venía otro. Y los enfermos me daban plata a mí también, si ganaba plata ahí adentro que trabajando afuera. Me daban propinas por hacerle la cama, le hacía cualquier servicio que necesitaba. Si cuando venía mi mamá yo le daba plata siempre. Mucha gente me iba a ver, mi mamá, mis hermanas, las vecinas. Estuve bastante tiempo. Me tuvieron que abrir el brazo por ambos lados. Después salí y me iba a ver al tío para que me hiciera las curas porque había estado mucho tiempo en el hospital y sabía hacer curas, pero yo no quería que nadie me tocara el brazo así que me hacía las curas yo solo. Si me lo querían amputar al brazo y yo no los dejé.
A la Marina entré cuando tenía 18 años, tengo todavía la libreta de marino, de los barcos en donde anduve. Cuando me casé con la abuela tenía 24 años ya. Pero anduvimos muchos años antes, se hizo rogar tanto… Cuando nos casamos vivíamos con la mamá de ella. Yo iba de marino y cuando se trabajaba la tierra, trabajaba la tierra. Ella también trabajaba, trabajábamos juntos con la mamá de ella. Entonces trabajaba en un barco que era muy querido, cuando necesitaba pedía permiso y trabajaba a la par de ella. Pedíamos permiso. Porque no es solamente pescar, hay que juntar las redes, subirlas a tierra, hay que tirarlas a secar a la playa, con un carro, y después hay que ir a sacarlas a la tarde. Había mucha pobreza porque era el tiempo de la guerra, y después de la guerra. Cuando fue la guerra de España, la revolución fue cuando estaba, yo estaba en el hospital por eso había tantos milicos. Allá nunca me pasó lo que pasó acá; allá nos paraba la guardia civil, te preguntaban adonde ibas pero nunca me hicieron nada, no como acá que cuando fue la guerra de las Malvinas paraban a todo el mundo, y encima lo maltrataban todavía. Y después anduve embarcado hasta que vine acá.



Acá estaba el papá de Carmen. Antes vino la abuela con la hija, Miruca, vinieron dos años antes, en el 50, y nosotros en el 52. El papá hacía años que estaba acá. Si a la Carmen la dejo de un año y la Miruca nació después que vino él; estuvieron como veinte años o más separados, más de veinte años; se vino solo porque no tenía con qué traer nada. Si el laburo le gustaba poco. En el año 50, el papá trajo a su mujer y la Miruca. Y a nosotros también nos mandó el pasaje de acá; el pasaje con todas las cosas preparadas, con la carta de llamada y todo, para poder entrar en el país. Si yo vine con un contrato para trabajar con él, vine a trabajar con él, comprometiéndose a pagar la carta, a darme comida, casa y trabajo. Y si yo después de dos años quería irme para el pago de vuelta tenía la obligación de mandarme de vuelta.

El viaje fue largo. En barco, ahí nació Juan, a los dos días de salir de España. Mentimos porque si no no nos debajan embarcar… Nos dijeron que eran muchos días en alta mar, que podía morirse, que se yo. Yo le dije que podíamos esperar los papeles, que esperábamos que naciera el chico y después venía un barco, y listo nos veníamos. Bueno esperemos los papeles que después vamos a esperar el barco, pero una vez que tuve los papeles llegó el primer barco y listo, adentro. Si nosotros pensábamos que iba a llegar acá a la Argentina todavía… Y al otro, día debe ser con el balanceo del barco nació, por eso tiene tantos problemas Juan con la nacionalidad.

Tardamos 18 días en llegar de España a la Argentina. Pero 18 días, porque estuvimos 2 días atracados en Lisboa, fue donde nació Juan, atracados en el puerto de Lisboa, y después dos días en Río de Janeiro y dos días en Santos, y después un día en Montevideo. Nosotros nos quedábamos tranquilitos en el barco, tampoco te dejaban salir, tampoco del barco… Llegamos a Buenos Aires y ahí que me encontré con gente conocida de allá de España que nos estaba esperando, fuimos a parar a Gerli , allá donde estaba la hermana de la abuela Baldomina, Dina, y el marido, italiano, se llamaba Francisco. Ahí estuvimos diez días. Nos tuvimos que ir porque el tano estaba enfermo y yo me negué, no quise dar la sangre. Tuvimos que irnos de ahí porque se enojó el tano después por no darle la sangre. Después estuvimos en La Boca, estuvimos casi un mes en Buenos Aires. Y después vinimos embarcados para acá esperando que viniera un barco para el sur. El barco se llamaba José Menéndez, que traía carga para La Anónima, viste que La Anónima tiene por toda la Patagonia. Era un barco a vapor, primero atracamos en Camarones, a dejar carga, después en Puerto Madryn, que por lo menos hay puerto, a no, Camarones está antes que Madryn. Y después estuvimos una semana en Comodoro, una semana completa adentro del barco, y el barco en el mar. Porque la carga la mandaban en chatas para tierra, y como hubo mal tiempo no pudieron descargar en las chatas, que son unas lanchas, que van con la carga a tierra y descargan, y bueno no podían, así que pobre Juan! Cuando llegó acá ya era grande. Un mes tardamos desde Buenos Aires hasta acá. Después de la semana en Comodoro paramos en Puerto Deseado, hay estaba don Juan Muñiz que estaba en La Anónima de Deseado. Era amigo del abuelo. El sabía que veníamos porque era el despachante de los barcos, tenía la planilla de los barcos y de los pasajeros y de la cara, así que estaba en el muelle esperándonos. El papá de Carmen había ido a buscarnos a Buenos Aires, y quiso que le demos una sorpresa a don Juan. Esto fue en el año 52. Salimos de Buenos Aires el 9 de mayo para acá y llegamos en junio. Y de España salimos el 26 de marzo. Después, para completarla perdimos el pasaje para venir en avión de Gallegos para acá. Nos dijeron a una hora y cuando llegamos el avión ya estaba en Río Grande, claro. Había una escarcha de mil diablos, ¡un frío!  ¡una escarcha!  Pero no fue solamente nosotros, todos los que estábamos en el mismo hotel, nos pasó lo mismo, había varios. Había un deshielo de la gran siete. ¡Un barro!. Estaba Benedicto García, el papá del Toto García, estaba de chofer de Aerolíneas, con un ómnibus que tenía Aerolíneas, un micro, iba a buscar a la gente al avión. Todas las vecinas ya sabían que veníamos porque allá había una española, allá en la esquina de San Martín y Piedrabuena, ahí vivían unos españoles vecinos de nosotros de allá de España: Dóbalo que estaba en la policía, y al lado estaba Fernández, que también lo conocía de allá de España. Esa noche cenó Castaño con nosotros también, la noche que llegamos, que era amigo del abuelo del papá de Carmen. Fuimos a vivir a la casa de don Casimiro, mi suegro.

Río Grande era como para agarrar una mochila al hombro y mandarse a mudar, eso fue lo primero que pensé cuando lo vi. Era un desierto.


Con esto volvemos a nuestra conversación con el gallego:

-¿Con qué trabajito usted comenzó haciendo ahí. ¿Con su suegro, no? Para la estancia
-Si, primero con mi suegro.
-¿Qué camión tenía en aquel momento?
-Mira, primero habia el Ford 4. Tenia un Ford 4, que ese modelo, no se que seria, 32 no se cuanto…
-Histórico era, si.
-Pero no se quedaba en  ninguna parte ese camioncito, eh. Arrastraba por los caminos, por el barro, pero no se quedaba nunca.
-¿Y qué tonelaje tenia?
-Era de una tonelada y media. Pero lo poníamos 4, que se yo. Con ese cortábamos la leña en el patio. Levantaba una rueda en el aire, de atrás, y le pasábamos una polea, ponía en marcha y claro, al ponerle en marcha da vuelta la rueda y no…Entonces le pasábamos  una polea y el mandril que teníamos en el patio. Con eso cortábamos la leña ahí en el patio.
-¿Pero eso lo hacían ustedes de cancheros que eran nada más…o lo hacia mucha gente?
-No, no, si había que, había que arreglarse. No lo hacíamos nosotros solos, lo hacían otros. Tenían, me recuerdo que tenían, tenían en los palieres un engranaje, que engranaba en uno, en unos satélites, cuatro engranajes adentro. Cuando nos dimos cuenta ni los palieres, no habia ni un diente ché, eran como los viejos sin dientes.
-¿Y qué pasó con el camioncito ese?
-Ese después se te… ¿Te recuerdas cuando después Tito Ibarra se inició en el comercio? Ese se lo compró a mi suegro. En $25.000
-Pero eso seria por el año  ’50…’50 y tantos.
-Y ’50 y tantos, por el sesenta.
-Por ahí, cuando estaba donde está el hotel Ibarra ahora, ¿No?
-Adonde está el hotel de Ibarra, si…en el año ’60 y algo debió ser.
-¿Y ahí ya le perdieron el rastro al camioncito?
-Ese después lo, Tito se lo vendió a los Soto, que repartían la soda con el. ¿Te acuerdas?
-Si, ahora si, ahora lo ubico mucho mejor. ¿Era ese entonces?
-Claro, que repartía la Soda Soto con el, ese era.
-Y había que ser medio mecánico con esos camiones también ¿No?
- Otra que medio mecánicos. Tenía dos motores, resulta que cuando uno se embromaba uno ya estaba el otro. Tenía un motor que ese, la válvula la tenia a un costado, y adentro estaba trizado el bloque. Entonces se lo llevó a soldar por ahí, a los finado Pinola, seguía perdiendo agua igual. Y mi suegro calentó, lo ves ahí, lo calentó con un soplete, calentó bien el fierro con el estaño, lo soldó con estaño ahí adentro. Lo armó, nos cansamos de trabajar con él, se lo vendió a Tito Ibarra, se lo veía trabajar con Tito, Tito se lo vendió con ese motor todavía. Nunca más perdió nada, fijate vos.
-¿Cuál era el trabajo en las estancias básicamente? ¿Qué era lo que se hacía? Porque se trabajaba todo el año ¿No?
-Bueno, las estancias eran, como, después ya…después ya vinieron otros camioncitos más grandes ya… En ese tiempo se bajaba la lana acá.
-En el puerto…
-Había años que estábamos  como dos, tres meses bajando la lana. Se bajaba la lana de San Julio, de “Flamenco”, de María Behety…
-Si, ¿Antes que se sacara para Ushuaia?
-Claro
-¿Hasta que año fue eso más o menos?
-¿Te recuerdas que hasta allá la punta…de este lado donde…?
-Si, si. Triviño.
-Eso.

Así lo conocí a Ramón, en el aquí para allá del trabajo con las estancias. Llegaba el fin de semana y la familia quería salir de picnic, y Ramón rezongaba: -¡Para que quiero ir al campo si yo estoy en el campo todos los días". La cosa cambiaría al llegar la chacra...




















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