RASTROS EN EL RÍO 1991*“De cómo con la aparición de la TV, el pueblo ingresó a nuevas formas de comunicación y soledad.”


 Fue casi a fines del año 1965 cuando apareció en la vidriera de Casa Fuegia el primer televisor de Río Grande. Por aquel tiempo ya se habían iniciado los primeros replanteos de obra de lo que sería más adelante el Canal del Onita, y el rumor que desfilaba de casa en casa era que la televisión se había conseguido para Río Grande gracias a que el Gobernador Bilbao era de aquí: si no habría sido otro privilegio de los ushuaienses.

Durante semanas el comienzo de las clases se demoraba para los chicos del Ceferino Namuncurá y las chicas del María Auxiliadora en la vereda de tierra de la ferretería de Stanic y Heredero, y era en esa rueda frente al televisor que los pequeños esgrimían las más arriesgadas conjeturas sobre el funcionamiento de aquel aparato:

-Vos le comprás una pomada importada, se la pasás en el vidrio y se ve en colores.

-¡El canal que más me gusta es el nueve!

-Yo estuve viendo como hacía Titanes en el Ring.

Y por supuesto que en todo aquello los lugareños dábamos crédito a los aciertos y los disparates que los porteños, en minoría de origen marino, hacían sobre el increíble adelanto que nos permitiría ver los programas de Walt Disney todos los días, sin esperar las películas que Wilson y Fernández traían cada tantas semanas.

Hubo que esperar casi dos años. De por medio el canal fue una mole en medio de la pampita que en invierno nos permitía patinar; con el trabajo de la empresa del Ingeniero Canga –ya por entonces mi profesor del secundario- se llegó a la terminación de la obra. Otro de mis profesores, el Maestro Videla, hizo un curso para ser Director del Canal.

En realidad no sé si se hizo acto alguno de inauguración en ese invierno de 1967 cuando nos agolpamos, ya frente a las vidrieras de Casa Menón, o Radiosur, donde tenían la gentileza de sacarnos un parlante para que pudiéramos escuchar los programas de prueba, casi todos de origen francés, y más adelante los dibujitos del Intrépido Volador.

Solo supimos que si bien se hablaba inicialmente del Gobernador Bilbao como gestor de la idea del progreso, en aquel momento con las autoridades constitucionales destituidas, hubo muy pocas menciones para la significación cívica de un medio de esa naturaleza.

Con el tiempo fueron mucho más los que sacrificaron ahorros para tener TV en casa, la vida se restringió, los maridos comenzaron a conocer a las esposas, los niños dejaron sus modismos chilenos por aquellos otros que les inculcaban Biondi o Mareco, las primeras novelas forzaron a la Administración Pública, que por aquel entonces trabajaba de tarde, a cambiar su horario para facilitar la concurrencia.

Las carreras de autos comenzaron a pasar frente al canal para que todos se quedaran en la casa y pudieran verlas, los diarios que de tanto en tanto llegaban a Río Grande partían del stand de Robles en La Anónima para ser leídos en la población, los partidos de fútbol se anunciaban con bombos y platillos aunque fueran de dos semanas atrás, y hasta se transmitió en directo la llegada del hombre a la luna.


Como sería la importancia del medio que hasta asfaltaron la calle Alberdi por donde se llegaba a la casa del Onita, y eso ya es mucho que decir en la barrosa población que ingresaba a la era de las más modernas comunicaciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mingo,

Muy buen artículo ... Llevado a los tiempos que corren, la misma emoción y expectativa se debe haber generado en Río Grande cuando comenzaron las instalaciones de las primeras conexiones a internet! Todo lo nuevo siempre genera emoción y cambios sociales claro ...
Slds,
Hernán.-