En el territorio de la memoria.

No participé de lo que ahora resultan las grandes alegrías de la inauguración de la Provincia.

Recuerdo que atravesaba un tiempo de justificada desesperanza por las cosas que se venían dando en el mundo. Al menos en mi mundo perceptible.

Por razones más privadas que públicas había dejado la función pública en el ámbito municipal en el año 1988, donde tenía a cargo la Dirección de Cultura. Se sumaban mis replanteos matrimoniales y también la muerte de mi madre para sentir que otras cosas también eran más importantes, más importantes que el trabajar políticamente. Ya no volvería a hacerlo, al menos –como se diría ahora- militantemente.

Desde afuera el universo era estremecedor. El radicalismo, que había mezquinado la provincialización, caía estrepitosamente y un Menem –denostado vergonzosamente- por los medios oficiales- se imponía electoralmente y debía asumir de manera temprana, ante la impotencia alfonsinista. Ese mismo año caería el muro de Berlín y las miserias del sistema bipolar serían conmovidas por otra idea miserable, la del fin de la historia. El menemismo dibujaría políticas económicas increibles. Los que teníamos alguna ideología cercana a lo popular nos sentíamos burlados por la realidad.

En la isla si bien el radicalismo encontró en el gobernador Ferro una figura de marcada lucidez –llegó como los viejos funcionarios después de una derrota electoral, un castigado- los otros nombres que se ligaron a la administración territorial dejaron un rastro de baba lamentable. El mismo Martín Torres, que resultó un adalid de esta causa provincial, llegado al gobierno fueguino, como delegado del que ya comenzaba a ser el innombrable, no atinaba a dar respuestas a la sociedad demandante; y entre sus contratiempos se demoraba –como nunca nadie lo había hecho- en pagar los sueldos del sector público (y eso no se lo pudieron perdonar los que al decir del General Perón tienen por más sensible aquella víscera que llamamos bolsillo).

El proyecto 19640 la estabilidad, y apuntalar el progreso de la isla, de manera insustitubible, ya había demostrado que tendría que durar: era el soporte de una mano de obra y de un orden fabril que –aunque resultara oneroso para el país- conservaba la tranquilidad del electorado..., y ellos en su conjunto eran los votantes LOS QUE SOSTENIAN PROYECTOS Y AMBICIONES DE LOS PARTIDOS EN CIERNES.

En ciernes digo, al asalto, de todas las posibilidades que daría una nueva provincia: muchos cargos para mucha gente, presupuestos crecientes, primeros lugares en el podio de los éxitos individuales y sectoriales.

Pero la era una herramienta sucia. Los negociados en torno a ella dibujaron el universo de la PATRIA GALPONERA, que con el sistema de reintegros y sobrefacturaciones fortalecía inversiones que solo existían en la zona fantasma de la zona aduanera especial. Las justicia de Bahía Blanca inició una demanda contra nombres tales como Koner, Salgado, Delconte, y algunos otros referentes locales. El pueblo podía brindar con vino Paponi, que se traía de Río Negro para tirarlo a las cloacas, ya lo pagarían los reembozos...¡Y con ganancias! El Tuni recuerda que su primer trabajo fueguino fue destapar las botellas y derramar ese vino.

En medio de la vergüenza aduanera el llamado el llamado a Constituyente dio la sorpresa de un voto mayoritario por la fuerza política local, y de ese sector vendría quien pasaría a ser la Presidanta de la Convención, curiosamente una despachante de Aduana.

Yo estabas trabajando como toda le gente, en un día más, cuando vi a Doña Elena en ese gesto, fura de protocolo, en que se festejaba la Constitución que se respondía “al pueblo” que allí la tenía, por si querían jurarla, y la juraron los concurrente “a libro cerrado”, como tantas acciones legislativas que nos condenarían en el tiempo.

La escuché por radio, la mire por televisión.

Tengo la impresión que el acontecimiento no movilizaba a un nivel popular. Por entonces todo lo que merecía aplausas iba acompañados de una caravana, y esa manifestación falta en mi memoria.

Solo pensé que en poco tiempo se juraría la Constitución en tantos ámbitos. Pasaría mucho tiempo hasta que una noche soñara que en un enorme gimnasio todos los ingresantes del Megapase, juraban sobre una primera edición de esa Carta Marga.

Me desperté agitado.

En el año 1984, en el pasaje Dardo Rocha, en una Semana de la Patagonia, fui invitado a disertar, como soporte a una explicación estelar de Martín Torres sobre la demorada provincialización fueguina; mi charla se denominó Tierra del Fuego, Territorio del Olvido.

Ahora que me acuerdo estribo, sin ninguna documentación al la vista, este pequeño análisis bajo el título En el territorio de la memoria.

El primero de junio es un día político, que merece recuerdos... polìticos.

No me hablen del guanaco, la lenga y o la nieve que vendemos al país, o al mundo.

Post scriptum:

En los día de tránsito entre la sansión en Diputados y la convocatoria constituyente pensé sobre el fututro de la convención. En razón de ellos llamé a una conferencia en la Biblioteca Eduardo Schmidt (h), bajo el tema Río Grande, capital de los fueguinos. La concurrencia fue interesante, el diálogo también. Había gente que quería la capital aquí. Pero en el debate posterior el tema no se trató. Tierra del Fuego fue la única provincia que no confrontó proyectos de capital en el conjunto de las provincializaciones del país federal.

Invitado por el Partido Socialista Popular una tarde de sábado asistí a su local de la calle Bilbao para exponer sobre políticas culturales. Querían tener ideas que se podrían volcar a su proyecto constitucional, mi presentación llevó el título de El rico veneno.

La primera exposición fue publicada algo después por Edgardo Welsh, en una revista que duró un par de números.

La segunda, releída ahora, se mantiene vigente.. pero nunca fue publicada.

Están también para recordar los chistes que se hicieron en el marco de la Convención, pero eso los dejaremos para...¡Para las bolas de plata!


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